Como todos los últimos domingos
de mes, aquí estamos de nuevo al ataque con una receta para los Asaltablogs,
en esta ocasión con cambio de hora incluido. Este mes le ha tocado al
blog El
mito del sofrito, un fantástico blog que llevan mano a mano divinamente
cuatro féminas: Marisa, Elena, Lourdes y María. La receta que he elegido para
asaltar ha sido sus pencas
de acelga con disfraz. Ha sido amor a primera vista; es un plato que he
preparado muchísimas veces en casa, pero como a veces pasa, de repente te pasas
siglos sin volverlo a preparar, así que al verlo no me he podido contener. En casa
siempre hemos hecho las pencas rellenas en salsa, así que como siempre me suele
pasar, he adaptado la receta a mi modo, aunque me queda pendiente para otra
ocasión probar esa cremita con la que ellas acompañas sus pencas. Lo que sí que
me he apropiado es de la idea de rellenarlas no sólo de jamón ibérico y queso,
como yo siempre he hecho, sino añadir también en el relleno un poco de
bechamel. Me ha encantado ese toque y ya se queda en mi receta.
A pesar de ser un poco
laboriosas (aunque para nada difíciles), merece la pena hacerlas, ya que ni los
más acérrimos enemigos de las acelgas encontrarán en este plato ni resto de
ellas.
Las
mejores acelgas para esta receta son las que tienen las pencas bien grandes y
blanquitas. Si no las encontramos grandes lo que sí que es imprescindible es
que sean bastante planas, para que se rellenen con comodidad.
Ingredientes:
1
manojo de acelgas (el mío, con 10 hojas)
125
gr de jamón ibérico (muy fino)
100
gr de queso manchego semicurado
Bechamel (opcional pero recomendable)
2
huevos (para rebozar)
Harina
(para rebozar y para la salsa)
Aceite
de oliva virgen extra (para freír)
1/
2 cebolla
50
ml de vino (yo uso El Guiso)
200
ml de caldo de pollo casero
Elaboración:
Comenzamos
separando las pencas del resto de la hoja de acelga. Cortamos un dedo por
debajo de la parte verde para quedarnos con la penca.
Las
hervimos en abundante agua con sal durante 10 minutos.
Mientras
hierven, cortamos el queso en lonchas bien finas.
Pasados
los 10 minutos, las escurrimos (podemos reservar un vasito de agua de cocción
por si se la queremos añadir al caldo) y
las secamos con papel de cocina para que no se les pegue mucha harina. Las
vamos cortando y colocando en parejas del mismo tamaño para que queden parejas
cuando las rellenemos.
Untamos
las dos mitades de las pencas con un poco de bechamel.
En
uno de los lados colocamos encima jamón ibérico:
Y
el queso:
Colocamos
la otra mitad de la penca encima, hasta que las tengamos todas listas.
Para
rebozarlas, las pasamos primero por harina, luego por huevo (batido, con un
poco de sal) y las freímos en aceite de oliva virgen extra hasta que están
doraditas por todos lados.
Las
sacamos de la sartén y las ponemos a escurrir sobre papel de cocina para
quitarles el exceso de aceite.
Cuando
las tengamos todas fritas, hacemos la salsa:
Salteamos
½ cebolla cortada bien pequeñita en una cacerola con el fondo cubierto de
aceite de oliva virgen extra.
Cuando
empiece a estar doradita, añadimos una cucharada de harina y la sofreímos bien hasta que empiece a dorar.
Añadimos
el vino, y lo dejamos reducir a fuego fuerte para que se evapore el alcohol.
Cuando
se ha evaporado casi por completo, añadimos el caldo de pollo.
E
incorporamos las pencas fritas que teníamos reservadas.
Si parece que hay poco líquido o nos gustan con mucha salsa, podemos añadir un
poco del agua de cocción de las pencas.
Lo
dejamos hervir al menos 5 minutos destapado, para que engorde un poco la salsa.
Si nos gusta la salsa más concentrada y espesa lo dejamos reducir un poco más.
Mientras tanto, partimos en trocitos pequeños el jamón ibérico que nos quedó de rellenar las pencas.
Lo incorporamos antes de apagar la olla para que dé un hervor.
¡Y
ya están listas para servir!
Aquí
podéis ver el corte. Quedán bueníiiiiiiiisimas. En casa las comen incluso mis hijos, ¡no os digo más!
¡Buen
provecho!